Sta. María 3/0 Patronato
El Sta. María gusta cuando vence... pero no convence... y sigue racaneando con los resultados.
No son todos los que están, ni están todos los que son.
Tras una primera mitad aburrida para el espectador, (se empiezan a parecer alarmantemente a las segundas partes) los goles dieron forma a los quince minutos finales en la segunda mitad en la que la intensidad superó con creces al buen juego y las ocasiones.
Dominio del 2º acto: El Sta. María gobernó el segundo acto, tras unos momentos de incertidumbre, el respetable comenzó a pasarselo bien. Animoso, convencido de poder rascar algo más que los tres puntos, ya bastante claros después de los 30 primeros minutos, asfixió al Patronato que parco en ideas y sin convicción se dejaba llevar al matadero. Lo cercó hasta meterlo en su área para allí darle la estocada definitiva. ¡Olé!
Los errores que se cometen, que son bastantes, son un cúmulo de imprecisiones que vienen arrastrandose desde el arranque de la temporada y que salvo en contadas ocasiones se han reproducido partido tras partido. No hay fluidez entre líneas, ni parece que excesivas alternativas a la hora de buscar el camino hacia la meta rival. A las carreras de Álvaro hay pocas alternativas más. Hay que acercar más el balón a Marc, también ahora hay que buscar más a Capó. Hay que hacer mucho más y sobre todo, creer más.
Cuando el toque y el pase dejan de funcionar, (por pánico escénico), hay que apoyarse en el fútbol de rayos y truenos, en ese fútbol que desespera al rival, hay que apoyarse en la entrega absoluta, en la guerra de guerrillas. Lo que no es viable es hacer plano un partido porque en ese tipo de escenarios suele imponerse el rival.
El equipo rojillo trabaja los partidos desde la confianza que le da su calidad en los entrenos, hasta que se da cuenta de que con eso no es suficiente y entonces hay que pasar a un nuevo plan, pero de momento Juan no lo ha encontrado. Empieza a ser hora.
En realidad, uno no escribe para que tomen nota los técnicos. (para eso está Mateu). Uno escribe porque no le gusta muchas veces lo que tiene delante, y lo hace porque quisiera que las cosas mejoraran y otros vieran los mismos defectos que, con razón o equivocado, cree ver en lo que le rodea.
Uno escribe para no sentirse solo porque cree que hay muchos que piensan como él. Pero sobre todo para desahogarse.
¡Alé, alé, alé... som santamarier!
El Sta. María gusta cuando vence... pero no convence... y sigue racaneando con los resultados.
No son todos los que están, ni están todos los que son.
Tras una primera mitad aburrida para el espectador, (se empiezan a parecer alarmantemente a las segundas partes) los goles dieron forma a los quince minutos finales en la segunda mitad en la que la intensidad superó con creces al buen juego y las ocasiones.
Dominio del 2º acto: El Sta. María gobernó el segundo acto, tras unos momentos de incertidumbre, el respetable comenzó a pasarselo bien. Animoso, convencido de poder rascar algo más que los tres puntos, ya bastante claros después de los 30 primeros minutos, asfixió al Patronato que parco en ideas y sin convicción se dejaba llevar al matadero. Lo cercó hasta meterlo en su área para allí darle la estocada definitiva. ¡Olé!
Los errores que se cometen, que son bastantes, son un cúmulo de imprecisiones que vienen arrastrandose desde el arranque de la temporada y que salvo en contadas ocasiones se han reproducido partido tras partido. No hay fluidez entre líneas, ni parece que excesivas alternativas a la hora de buscar el camino hacia la meta rival. A las carreras de Álvaro hay pocas alternativas más. Hay que acercar más el balón a Marc, también ahora hay que buscar más a Capó. Hay que hacer mucho más y sobre todo, creer más.
Cuando el toque y el pase dejan de funcionar, (por pánico escénico), hay que apoyarse en el fútbol de rayos y truenos, en ese fútbol que desespera al rival, hay que apoyarse en la entrega absoluta, en la guerra de guerrillas. Lo que no es viable es hacer plano un partido porque en ese tipo de escenarios suele imponerse el rival.
El equipo rojillo trabaja los partidos desde la confianza que le da su calidad en los entrenos, hasta que se da cuenta de que con eso no es suficiente y entonces hay que pasar a un nuevo plan, pero de momento Juan no lo ha encontrado. Empieza a ser hora.
En realidad, uno no escribe para que tomen nota los técnicos. (para eso está Mateu). Uno escribe porque no le gusta muchas veces lo que tiene delante, y lo hace porque quisiera que las cosas mejoraran y otros vieran los mismos defectos que, con razón o equivocado, cree ver en lo que le rodea.
Uno escribe para no sentirse solo porque cree que hay muchos que piensan como él. Pero sobre todo para desahogarse.
¡Alé, alé, alé... som santamarier!